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Coro Mezquita Catedral

La sillería del Coro

Tras la conclusión de la obra constructiva del crucero catedralicio en 1608, las arcas de la Catedral se resienten. Aún no pueden afrontar la ejecución de una sillería para el coro de la Catedral a la altura de la elegancia conseguida en el crucero. Más de un siglo después, se puede afrontar gracias al legado testamentario de 120.000 reales de Vellón al Cabildo de Córdoba por parte del arcediano José Díez de Recalde, en 1742. El antiguo coro que desde 1607 fue trasladado y reutilizado desde la antigua capilla mayor, se sustituye por uno nuevo. Este proyecto corre a cargo de Pedro Duque Cornejo.

Muchos son los artistas que quieren el prestigio de realizar semejante obra para el crucero catedralicio de la Catedral cordobesa. Entre los varios proyectos presentados, pareció tomar preferencia el presentado por el artista Tomás Jerónimo de Pedrajas. Él mismo ya se encargó de la portada de la grada redonda, y de la fuentes del patio, las de mármol,  la del cinamomo en 1726 y la de Santa María (1741) que tiene un olivo sembrado en la misma fecha, siendo el árbol más antiguo del Patio de los Naranjos. De todos los proyectos ofrecidos, y tras la presentación de un modelo en barro primero, en madera de pino después, Pedro Duque Cornejo, será el artista elegido para la obra de la sillería del coro, que termina por culminar el corazón de la Catedral de Córdoba.

En origen la madera para la  ejecución de la sillería del coro se pretendió que fuera la caoba de granadillo (Dalbergia Melanoxilom) y  palo santo (bursera graveolens). Pero la difícil obtención de esta madera, que hoy en día es muy utilizada para la construcción de instrumentos musicales, decanta la elección del material en Caoba Antillana (Swietenia Mahagoni). Todas ellas son maderas que por su durabilidad, belleza y resistencia a xilófagos y humedad. Es por ello que frecuentemente fueron utilizados como maderas nobles para la elaboración de mobiliario antiguo, que hoy podemos disfrutar gracias a estas cualidades.

Tras la dificultosa búsqueda, todo el costoso material necesario fue adquirido en Cádiz. Considerando el valor de la gran composición artística, el resultado es una obra de incalculable valor, que supone la más hermosa culminación para el corazón de la Catedral cordobesa.

Obtenido el material, y sumado el esfuerzo económico del Obispo Miguel Vicente Cebrián, el proyecto elegido para la sillería del coro, será el del artista sevillano Pedro Duque Cornejo, quién en 31 de Octubre de 1747 firma un contrato de diez clausulas con el Cabildo, que expone y describe la obra a la perfección.

Dispone la primera condición, que el artista deberá trasladarse a Córdoba, dirigir y trabajar en la obra hasta que esta estuviese por completo terminada. La poca fortuna quiso que tras doce años, los últimos del artista, dedicado a la obra, éste muriera dos semanas antes de la inauguración. No obstante quedaron cumplidas las diez clausulas del contrato. Incluso la primera, pues a día de hoy el artista encuentra descanso en la Catedral, a la entrada del coro.

En agradecimiento de su dedicación, con todos los gastos cubiertos por el Cabildo de Córdoba y la Fábrica de la Catedral, Pedro Duque Cornejo fue enterrado solemnemente junto al postigo Norte, fuera del Coro, en un de lugar destacado del Templo. Si bien en un principio fue enterrado en el trascoro, posteriormente es trasladado a la entrada del coro, junto al límite con el crucero, en uno de los lugares más importantes del Templo, en reconocimiento de su gran labor.

La segunda clausula marca el salario del artista. Serían 300 ducados anuales, hasta dejar la obra colocada, ateniéndose al modelo presentado.

La tercera refería la necesidad de que el artista realizase de su propia mano y en una pieza, los medallones grandes que decoran la sillería alta, representando los misterios de Jesús a un lado, y de la Virgen al otro. Cobraría 48 pesos por cada uno de ellos.

En la cuarta clausula se pacta la elaboración de los medallones pequeños de la sillería alta, que a precio de sólo 8 pesos por cada uno, probablemente serían hechos por su equipo de artesanos, y que mostrarían distintos pasajes del antiguo testamento que le serían indicados.

La quinta norma marca la realización de los niños músicos que decoran la parte alta de las sillas, por los que recibiría 4 pesos por cada uno, así como los 16 pesos percibidos por la talla decorativa de las sillas.

SILLERÍA MEZQUITA CÓRDOBA La talla decorativa de la sillería baja queda descrita en la sexta cláusula, definiendo que Pedro Duque Cornejo debía suministrar (lo que no obliga específicamente al artista a realizarlos), los medallones de la sillería baja, del mismo tamaño que los de la sillería alta, pero en este caso representando mártires de la ciudad de Córdoba. El martirio sufrido, será el motivo representado al fondo de cada uno de ellos.

La séptima condición permite que los peritos y capitulares del Cabildo tuviesen pleno acceso a los trabajos, quedando el artista supeditado a sus peticiones y consejo.

Como octava cláusula, los representantes del cabildo, debieran satisfacer las condiciones económicas pactadas en contrato, sin aumentar el artista el precio convenido y reconociendo la percepción de 300 pesos, en concepto de anticipo.

La novena condición estipula la disposición de un taller para el artesano y sus operarios, dentro de la catedral, así como de toda la caoba necesaria para culminar la obra.

La última norma ratifica la obligación por  ambas partes de atenerse a lo pactado en la escritura del contrato.

Comienza el gran proyecto de la última gran sillería de las catedrales españolas, un 14 de Marzo de 1748, continua sin pausa gracias a la determinación del Obispo Miguel Vicente Cebrián y del cabildo.

En el año de 1752, año de la muerte del Obispo Cebrián, la obra de la sillería del coro, recibe el impulso económico de su testamento. Llegan de Génova las baldosas blancas y negras que componen el suelo, y se concierta la elaboración del trono episcopal, que será decorado en sus medallones con santos de especial devoción del Obispo, como los que  lleva en su nombre. El arcángel San Miguel, y San Vicente Ferrer.  Era natal de Zaragoza, y la virgen del Pilar también se representa, junto a San José con el niño, y a San Antonio de Padua.  sillería mezquita Córdoba

Se dispone dicho trono episcopal a modo de retablo. Queda culminada toda la composición, en base  a tres solios principales sobre los que vemos una composición escultórica magnífica. Sobre las figuras en perspectiva de los apóstoles, la Ascensión de Jesús a tamaño natural domina el conjunto, con la excelente factura de su anatomía.

Y sólo puede suceder en Córdoba, por la devoción procesada a San Rafael, que la figura del arcángel culmine la escena, y  se sitúe por encima del Salvador. No obstante al custodio y guardián de la ciudad, siempre se le coloca en los lugares más altos de la ciudad, como lo es, la cima de la torre-campanario de la Catedral.

La sillería del Coro de la Catedral de Córdoba es sin duda una de las obras maestras de este Templo que bien puede ser considerado una piedra roseta del arte en Europa. No sólo por la riqueza del material utilizado, sino también por lo singular de su factura y por su propia concepción, más propia de épocas pretéritas, en las que sobre el protagonismo de de personajes individuales, impera la representación de momentos bíblicos. Sería responsabilidad del cabildo la elección de este programa a representar, indicándole al artista los momentos a representar. Las figuras de los cuatro evangelistas en las cuatros esquinas del coro acaban por terminar la composición, junto con dos relojes ingleses de péndulo del siglo XVIII.

La obra termina con la colocación de los barandales en 1759 de latón colado, hechos en Lucena por Antonio García. Hoy sólo se conservan los que protegen el coro, habiéndose suprimido los que protegían el altar mayor y la vía sacra.

El facistol diseñado por Pedro Duque Cornejo, se conserva hoy en una de las capillas del Muro sur, la antigua Quibla. Mientras, en el coro actual podemos encontrar el águila-fascitol de latón colado de Malinas (Bélgica), que procede del antiguo coro y que aquí permanece desde el traslado de éste.

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Texto: Nacho C. Clavero

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