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Cristo de los Faroles

Cristo de los Faroles

El Cristo de los Desagravios y Misericordia, es más conocido como el Cristo de los Faroles. Su ubicación convierte la Plaza de Capuchinos en una de las más icónicas imágenes de Córdoba. Hermosa recompensa para quien llega por  La cuesta del Bailío.

La plaza es un vis a vis de cielo y blanco muro. Paredes encaladas y sobrias forman la plaza, mientras se cortan rectilíneas con el azul celeste. El suelo, totalmente empedrado, termina de darle carácter a una plaza singular por su sencillez.  La soledad es sin duda el mejor compañero con quién visitarla, y la noche, el mejor momento.

Además, en la misma plaza encontramos la iglesia del Sagrado Corazón, de la orden de los Capuchinos, y la Iglesia de los Dolores.  Por esta razón, durante décadas se dudó de cómo nominar la escultura. Pues a pesar de ser  obra impulsada por los capuchinos, la devoción a la Virgen de los Dolores, bautizaba entonces la plaza. Aquello decantó a muchos cordobeses  por nombrar al Cristo como de “Dolores”.  El dilema quedó zanjado al adoptar el nombre de “Cristo de los Faroles”.

Antiguamente, la plaza era patio del convento del Santo Ángel, que albergaba la orden capuchina. Serán quienes en 1724, encargan la obra, siendo el padre Fray Diego José de Cádiz el principal promotor, y financiándose con donaciones privadas, populares y señoriales.(Marqueses de Ariza). Aún encontramos la iglesia de los Capuchinos enfrentada a la escultura.  El otro gran edificio de muro blanco que cierra la plaza, es la Iglesia de la Virgen de los Dolores y el Hospital de San Jacinto.

La original verja que rodeaba la escultura, también fue sufragada por un donante anónimo. Apareció la mañana del 1 de marzo de 1929, con nocturnidad, tratando de evitar la escalada en discordia, de lo apropiado o no de su factura.  La bella fabrica de la verja, más alta que la actual, y la sintonía con otros espacios enrejados como el triunfo del la Puerta del Puente, no logró evitar el enfado y críticas de buena parte de los cordobeses, que solo remitieron con el tiempo. Años después se harán cambios en la verja, dándole la altura que tiene hoy, al nivel de las cuatro columnas de piedra que marcan las esquinas.

Podemos encontrar en Córdoba  dos imágenes,  como presentara Velázquez su Cristo de San Plácido. Con cuatro clavos. En primer lugar,  El Cristo de las Lágrimas, de Miguel de Arjona, en el barrio Figueroa,  desde hace poco tiempo sale en procesión. En segundo lugar, El Cristo de los Faroles, es sin duda una de las imágenes más respetadas, y admiradas de toda la ciudad.

Una losa octogonal  en el antiguo muro del huerto del convento, nos recuerda la fecha en que la escultura fue colocada y el perdón recibido tras el rezo.

Todos los fieles que rezarem un credo delante de esta sagrada imagen del Santísimo Christo de los Desagravios y Misericordias ganan trecientos setenta días de indulgencia, concedidos por diferentes prelados. Año1794

De este modo, sobre un suelo elevado, la obra del cantero Juan Navarro León, presenta un Cristo crucificado, obra de  Alonso Gómez  De Sandoval, de menor tamaño que al natural, que usa mármol blanco para el Cristo, y negro  en la cruz. Descansa la escena sobre piedra azul, tallada en un pilar prismático hexagonal de dos cuerpos, que se  asienta sobre otra base de piedra hexagonal.  En el pedestal  queda escrito el salmo del Miserere, mientras que en la cruz se lee un verso bíblico, “Petra autem erat Christus” , que traducimos, “Y la roca era Cristo”..

Finalmente queda culminada la obra y adquiere su personalidad con la colocación de sus ocho faroles de forja, originalmente de aceite. El devoto encargado de encender las lámparas, será el primero en pedir la instalación eléctrica, y mostrarse a favor de la construcción de la verja. Los faroles perdurarán hasta 1984, cuando serán sustituidos  y posteriormente restaurados en 2015, en una importante intervención que afecta a toda la composición.

Siendo ya el lugar de especial devoción para los cordobeses, la elección de este escenario para algunos largometrajes del Siglo XX, puso en valor para muchos forasteros tan singular enclave. La más recordada, lo es también por su banda sonora. Antonio Molina será la voz que cante “el Cristo de los Faroles” en la película de igual nombre, dirigida por Gonzalo Delgrás, en 1968. Otros títulos son “Brindis a Manolete“, dirigida por Froilán Rey  en 1948, y “Carceleras”, la más antigua, de 1922 dirigida por José Burchs.

 

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Texto: Nacho Calero. Amedina Córdoba

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