PATIOS DE CÓRDOBA
Aunque el patio no es algo exclusivo de esta ciudad, algo tienen de especial que la U.N.E.S.C.O. lo ha nombrado Bien inmaterial de la humanidad en la ciudad de Córdoba. Ha sabido valorar que de algo muy humilde, se haya hecho algo tan hermoso. Que son el resultado de una historia. Reflejo y consecuencia del carácter abierto de sus habitantes. Crisol de pequeñas costumbres cotidianas, de los distintos momentos de la ciudad.
Como muchos otros patios, nos recuerdan nuestro pasado romano. Si algo contribuyó a la expansión del imperio romano, fue el concepto de urbe como una de sus principales aportaciones. Palacios y casas, se levantaban en esas urbes. Viviendas organizadas entorno al “Peristilo”. En estas “Domus” el patio ya es el elemento estructurador de la vivienda, fácilmente dotado de una fuente que ennoblece el lugar. Podían los más ricos garantizar el suministro que llegaba a sus fuentes, de los efectivos acueductos.
La vegetación de aquellos primeros patios de Córdoba debió limitarse prácticamente a una gama autóctona de plantas que frecuentemente se consumían. Especies de nuestra sierra y vega, que para los más diversos usos, comienzan a cultivarse en el ambiente doméstico. Pocos ejemplos quedan hoy en día de estas primeras plantas, ya que hoy predominan especies foráneas.
Sería la esparraguera uno de esos ejemplos Asparagus acutifolius. Hoy las esparragueras que quedan, son decorativas. Esparragueras “plumosas”. La “Ruda”ruta chalepensis, ya no se encuentra con la frecuencia de aquella época, momento en el las casas se protegían de malos augurios con ella, colocándola en la entrada. También se ha utilizado desde muy antiguo por sus propiedades, sobre todo para dolencias gástricas. El hinojo, foeniculum vulgare, también lo podemos encontrar hoy, y su olor y propiedades, siempre han sido utilizados.
Por sus frecuentes guerras internas, los visigodos ocuparon su tiempo en guerrear y poco legado dejan en la ciudad. Habitaron las antiguas ciudades romanas y aunque construyeron sus nuevos hogares, no aportaron elementos relevantes a los patios de Córdoba. No pasará lo mismo con los siguientes pobladores de la ciudad, los musulmanes que contribuyen con aromas, colores, plantas, y juegos de agua.
Durante los siglos de convivencia de las tres religiones, aportaciones de cada una van entrando al patio. Serán los musulmanes los que partiendo de ese enclave “heredado”, no cesarán en dotarlo de lo necesario para convertirlo en un oasis interior. La interminable aportación árabe a la ciudad, se hace patente en los patios de Córdoba.
El regadío de los cultivos tiene su reflejo en los patios a modo de pequeños canales que ayudan a que el agua recorra el patio. Y en los “arriates”. Palabra de origen cordobés que refiere espacios de tierra delimitados o enmarcados, normalmente bordeando el lugar. (Parterres) Una fuente hará que el fluir del agua envuelva el lugar de paz. Estas gentes procedentes de países áridos y secos, saben tratar el agua. En los patios lo hacen elemento principal, con fuentes, pozos y juegos de agua. Pero también le dieron aroma. Trajeron los cítricos para el cultivo, pero el aroma del azahar es propio de un patio desde entonces. Y muchas otras plantas aromáticas comenzaron a buscar su lugar en el patio, dotándolo de los más diversos olores agradables. Lavanda, jazmín, incienso, dama de noche, cualquier planta olorosa encontrará hoy su rincón en un patio cordobés.
Presente en el patio sólo de forma esporádica, la palmera es otra de las especies introducidas por los musulmanes. Pero tan bien ha enraizado la palmera en Córdoba, que su escudo la porta, y siembre ha sido emblemática de la ciudad. En su ilusión de recordar su tierra natal, mandó construir Abd-al-rahman I, el palacio de la Arruzafa, hoy parador nacional, para el que mandó traer palmeras.
La intimidad del patio queda garantizada con la construcción del zaguán. Espacio entre el patio y la entrada a la casa, que impide ver desde el exterior lo que sucede en el interior. El patio permite aire fresco, en el hogar. Algo siempre de agradecer, pero más para quién no sale con frecuencia del escenario familiar, como sucedía a menudo con las mujeres musulmanas.
Aunque hermosos, los patios de Córdoba aún no eran tan floridos como ahora. La amplia amalgama de flores que hoy vemos está compuesta en buena parte por plantas crasas, de fácil cultivo. Otras de no tan fácil cuidado, acaban encontrando el lugar del patio que por sus irregulares formas, siempre dará un espacio más o menos luminoso, más o menos húmedo. Será el cuidador quién encuentre ese lugar más apto para cada planta. Y así hoy tenemos una amplísima colección de plantas de climas más tropicales, y de las más diversas procedencias.
Gitanillas y geranios tienen un papel protagonista, tanto en patios como en balcones y ventanas. Son plantas que no llegan a Europa hasta el siglo XVII, pero hoy predominan en las macetas que suelen colgar de las paredes. Macetas que antes eran latas de conserva pintadas de color. Colocadas en la pared, esconden manchas y desperfectos, y acaban invadiendo el lugar, evitando encalar de nuevo la pared.
En ocasiones viviendas unifamiliares, más frecuentes hoy en día, en ocasiones el patio es un lugar que comparten distintas familias. En torno a él se encuentran las dependencias de las familias, y en él partes del hogar compartidas por los vecinos. Pozo, lavadero, letrinas, cocina. Esto supone un trato continuo entre vecinos, a veces incluso competitivo, tratando de tener el rincón o fachada más hermosa de todo el patio. Son cada vez más escasas estas casas de vecinos. Pero la pasión por el patio logra que las nuevas generaciones continúen con tan ancestral tradición. El turismo ha contribuido enormemente a ello al haber descubierto la belleza de este lugar, pero al precio de desvirtuarlo frecuentemente de su paz y tranquilidad. Pero eso es algo que sólo podrá disfrutar el dueño del patio, cuando cierre la puerta del zaguán.
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Texto: Nacho Calero. Amedina Córdoba