El escultor almeriense y amigo del artista, Juan Cristóbal Quesada, a petición del Ayuntamiento de Córdoba, realiza un conjunto escultórico dedicado al pintor Julio Romero de Torres. Se inaugura el 22 de mayo de 1940. El lugar elegido se pretendía emblemático, y para ello se escoge los jardines de la Agricultura, conocidos popularmente como Los Patos. Forman parte de un eje verde que de norte a sur, recorre parte de la ciudad, alineándose con los jardines de La Victoria y de Vallellano.
Los materiales utilizados para el conjunto son piedra y bronce, utilizando el primero para el cuerpo de la obra y el bronce para representar la ilustre figura. Queda el pintor expuesto con capa, porte solemne de pie, junto a su perro. Pacheco era un galgo negro, que le acompañó en sus días y que aparece en diferentes cuadros del artista. La fidelidad incondicional del animal le ha valido el reconocimiento, asegurándose su presencia en la idea e imagen del emblemático personaje.
Julio Romero de Torres, nacido en Córdoba el 9 de noviembre de 1874, vio la luz en esta ciudad porque su padre, Rafael Romero Barrios también era pintor y en ese momento, conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba. En una vivienda aneja al museo, en la Plaza del Potro. Su madre, la sevillana Rosario de Torres Delgado, da a luz a su séptimo hijo, trayéndolo a un hogar cargado de amor a las artes. Desde pequeño se le ilustra en la música y la pintura, matriculado en el Conservatorio y en la Escuela Provincial de Bellas Artes que dirige su padre. También sus hermanos Rafael y Enrique siguen los pasos del padre, que será fundamental en la vocación y la influencia de la familia.
En 1895 ya empiezan los reconocimientos a su incuestionable talento. La primera mención honorífica aparece en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. Su vida transcurrirá entre la capital y su Córdoba natal. Viaja a lo largo de la vieja Europa para conocer de primera mano, las obras de los grandes maestros de la pintura. Sus primeras obras están dotadas de una fuerte influencia paterna, tanto por temática como por estilo. En sus años de juventud, su pintura es regionalista, su estilo va madurando influenciado por una estética más modernista, hasta desarrollar un estilo muy personal.
El embrujo de sus cuadros se muestra a través de un refinado folclore popular. Representan sus cuadros una España más rural frente al elitismo de su coetáneo Sorolla. En sus composiciones destacan los colores sobrios, azul, verde y sobre todo el negro. Julio Romero de Torres, amante del gentío, se hizo rodear de variopintos personajes, anónimos o populares como Machaquito, Belmonte o Valle Inclán. Hoy en día su fama y la calidad de su obra es indiscutible. Su trabajo marca una diferencia a partir de 1907.
Fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes San Fernando y de la de Bellas Letras y Nobles Artes de su ciudad que a la vez le nombró hijo predilecto en 1922. Julio Romero de Torres esa un excepcional retratista que dignificó a la mujer. Era un pintor de almas. Representó a su amada ciudad de Córdoba, para la exposición del 29 en Sevilla. Su pintura «Fuensanta«, ha sido su obra más cotizada. Representó la parte artística de los famosos billetes de 100 pesetas, y fue subastada por 1,17 millones de euros en el 2007. Su casa y estudio están convertidos desde 1951, en el museo de Julio Romero de Torres.
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Texto: Mar Carmona. Amedina Córdoba.