Cervatillo de Medina Azahara
El cervatillo de Medina Azahara es uno de los objetos más fascinantes que se conservan de la ciudad palatina. Se trata de un Ciervo o Cervatillo (Cervus elaphus) de bronce, hecha a mediados del siglo X, durante el califato omeya de Abd al-Rahman III. Fue concebida como un surtidor zoomorfo de una fuente, situada en una de las estancias palaciegas, cuya localización se desconoce.
El cervatillo de Medina Azahara se hizo en bronce, con todo el cuerpo decorado con palmetas, roleos y un rosetón en el pecho. Presenta dos orificios en la cabeza donde llevaría la cornamenta. Quizás perdiera las astas durante la destrucción y expolio de la ciudad, o quizás se trata de un ciervo durante el desmogue. El desmogue es un proceso que transcurre después del celo o berrea, durante las últimas semanas de invierno y primeras de la primavera. El cérvido se desprende de sus viejas cuernas para regenerarlas, pero mayores, al año siguiente y poder competir con otros machos.
La pieza tiene una altura de 61,6 cm. El cilindro de la base y la peana son huecos, lo que permite el paso del agua hacia las patas y cuello, hasta hacerla manar por la boca.
El cervatillo de Medina Azahara y otra de una cierva, se encontraron en el siglo XVI por los monjes del cercano monasterio de San Jerónimo de Valparaíso, cuando expoliaban sillares para la construcción del monasterio. Madinat al-Zahra después de su destrucción, acabó siendo una cantera perfecta, de donde salieron sillares y todo tipo de materiales para las nuevas construcciones.
Ambas piezas formaban parte de una pila de mármol blanco de forma rectangular, y debían estar enfrentadas en sus extremos cortos, sobre pedestales de mármol.
La cierva se traslada al monasterio de Guadalupe (Cáceres), de donde desapareció durante la invasión napoleónica, y tras haber sido subastada en 1997, hoy se encuentra ubicada, en el Museo de Arte Islámico de Doha (Qatar).
El islam prohíbe la representación de seres vivos con alma (personas y animales), por considerarse un intento de imitar el acto de creación de Alá. Pero podemos encontrar algunas excepciones, como producir, adquirir o guardar imágenes que represente seres animados de pequeño tamaño o que estén en un lugar donde no se le preste especial importancia (sobre una alfombra o en un rincón).
Los omeyas de Al-Andalus eran más flexibles a la hora de la representación de animales y personas en todo tipo de piezas de orfebrería, como cerámica, capiteles, relieves, fuentes, etc. Elementos por lo general pertenecientes a espacios y a usos privados. Eso sí, llevaban a rajatabla la prohibición de representaciones figuradas en el ámbito religioso, donde solo realizaban decoraciones vegetales, geométricas y epigráficas.
Existe una leyenda oscura sobre cuatro cervatillos, malditos por un nigromante, para castigar al califa Abd al-Rahman III, por realizar representaciones de animales que estaban prohibidas en el Corán.
Esta maldición consistía, si se colocaban los cuatro cervatillos juntos, atraería energía negativa que acabaría con la muerte del califa y la destrucción de la ciudad para que no estuviera en pie más de un siglo. Tras esta destrucción los cervatillos se separan y dispersan por el mundo, para no encontrarse nunca jamás.
¿Qué pasará si se vuelven a juntar? ¿Estará maldito nuestro cervatillo?
Este simpático ungulado de la familia de los cérvidos, lo podemos encontrar ubicado en el Museo del Centro de Interpretación de Madinat al-Zahra (Córdoba).
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Texto Antonio J. Ojeda Gallardo
Amedina Córdoba