CASA SOLARIEGA DE LOS LUNA
Ubicada en la plaza de San Andrés, y siendo junto con la fuente dispuesta a mitad de la plaza el elemento definidor de la misma, la casa de los Luna fue, según la tradición, el lugar que habitó el humanista cordobés Fernán Pérez de Oliva, si bien el edificio se data en 1544, trece años después de la muerte de ilustre erudito cordobés. Se trata, en cualquier caso, de un magnífico ejemplo de arquitectura renacentista, por la sobriedad de sus líneas y por los recursos estilísticos empleados delatando en lo decorativo una clara dependencia de los modelos platerescos típicos del primer Renacimiento español. Aunque no existe constancia documental, el edificio se relaciona con la obra de Hernán Ruiz I, de ser así, estaríamos ante el ejemplo más avanzado desde el punto de vista estilístico en la evolución artística del arquitecto cordobés.
Presenta fachada de piedra en la que destacan la portada y dos balconcillos en esquina. Dichos balcones se disponen uno sobre el otro en la esquina izquierda de la fachada; se trata de un ejemplo elemento singular por la peculiaridad de ubicarse de manera que aprovecha el ángulo recto de la esquina de acuerdo con una solución arquitectónica que no es propia de la arquitectura civil cordobesa pero de la que, en cualquier caso, no es este el único ejemplo, hallándose una disposición similar en la ventana de la fachada del palacio de Jerónimo Páez, actual sede del museo arqueológico o en la existente en la antigua casa solariega de los Velasco en la calle Barroso. Cada uno de estos dos balconcillo de la casa de los Luna consta de una columnilla de mármol blanco que hace las veces de parteluz en la esquina; el antepecho presenta una decoración a imitación de artesas o casetones en concordancia con la decoración interior del techo de cada balconcillo, también a base de casetones en piedra. La ornamentación de estas ventanas se completa, en la ventana inferior, con dos bustos de guerreros, jalonando el antepecho de la ventana, y en las dos ventanas con sendas pilastras cajeadas que jalonan el vano, y con un coronamiento sencillo formado por una moldura y friso liso corrido.
La portada presenta dos cuerpos. El cuerpo inferior muestra un vano adintelado, que se recuperó como entrada principal de la casa a mediados del siglo XX después de haber estado parcialmente cerrado y convertido en ventana. Este vano recibe a lo largo de sendas bandas laterales una interesante decoración plateresca con motivos militares y guerreros, como blasones, guanteletes cruzados, yelmos, armaduras y espadas, que debe ser puesta en relación con los bustos de guerreros que aparecen junto a la ventana en esquina. Con el empleo de estos motivos decorativos se alude con toda probabilidad a la ocupación militar de los dueños de la casa, subrayándose de esta forma su nobleza y su valía, por cuanto las artes de la guerra era la ocupación que, a lo largo de la Edad Moderna, mejor cimentaba el prestigio de las clases nobiliarias. Sin embargo, el recurso de una decoración de carácter guerrero y triunfalista enlaza también con la admiración característica del Renacimiento por los grandes héroes de la Antigüedad, buscándose con ello un paralelismo que, en definitiva, redunde en el prestigio secular de la familia aristocrática que habita en el palacio. Sobre el dintel se disponen tres cabezas de carácter fantástico, semejantes a sátiros o faunos, una en la clave y la otras dos en los extremos, entre las cuales se despliegan sendas guirnaldas de flores y frutas. El segundo cuerpo de la portada consta de una ventana adintelada, jalonada por dos pilastras cajeadas que sostienen un friso liso, repitiendo con ello el esquema compositivo de las ventanas de la esquina. En el antepecho se dispone un menudo almohadillado en cuyo centro se dispone el escudo heráldico de la familia de los Luna. Finalmente, la fachada se decora con una terraza-lavadero de ladrillo de factura moderna, de acuerdo con una solución que no es difícil encontrar en otras casas solariega has cordobesas, como el vecino palacio de los Villalones
En el interior, la vivienda presenta un zaguán de entrada y dos patios estructurantes reformados a mediados del siglo XX por el arquitecto Carlos Sáenz de Santa María.
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Texto: Elena Moreno