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Casa de las cabezas

Casa de las cabezas

Recorriendo los rincones más enigmáticos de Córdoba, descubriremos uno de los edificios más emblemáticos, la Casa de las cabezas.

Ubicada en pleno casco histórico, en la calle de las Cabezas nº18, se alza esta casa-patio solariega de época medieval (XV-XVI). Dividida en diferentes espacios que nos dan a conocer la vida de una familia señorial del medievo.

 Destacan los cuatro patios de la casa de las cabezas , herencia de las domus romanas y de la introducción de arriates y abundante vegetación realizada por los árabes. El patio es el lugar de esparcimiento de una casa, al aire libre, por donde entran los rayos de luz y el agua de la lluvia, con pozos, fuentes o canalizaciones de agua y abundante vegetación, y alrededor del cual se organizan las dependencias de la casa.

En el primer patio de la casa de las cabezas o patio de recibo, llamado así por ser la zona semipública de la casa, donde se recibía a ciertas personas hubo una espectacular planta trepadora, la Passiflora Incarnata, también conocida como flor de la pasión o pasionaria. En verano sus flores están en plenitud, son muy vistosas y aromáticas. Desgraciadamente, durante el confinamiento en 2020 se secó.

En el patio principal encontraremos una buganvilla cerca de la fuente, un jazmín y la cineraria marítima, planta herbácea del mediterráneo, cuyas hojas poseen un color gris plateado, muy utilizadas para formar rocallas y borduras.

El patio del pozo: un pequeño espacio provisto de un pozo, el cual se surtía de agua procedente de algunos de los numerosos veneros existentes en Córdoba para abastecer a toda la casa.

Y el patinillo de las mujeres. En origen fue una antigua calleja que hace unos siglos fue incorporada a la casa y convertida en patio de servicio. Aquí se encuentra la pila y la necesaria, especie de baño.

En los patios encontraremos restos arqueológicos de fustes de columnas y dos capiteles, los cuales no se conocen su cronología exacta, pero podrían ser romanos. Cerca están los restos del majestuoso teatro romano, solo superado por los de Roma.

En algunos tramos de muro, entre las piedras usadas para su construcción, podemos observar restos petrificados de fósiles marinos. Durante el mioceno superior el borde meridional de Sierra Morena formaba parte del litoral de la cuenca del Guadalquivir. En las canteras a cielo abierto, como las de Santa Ana de la Albaida, se han ido sacando calcarenitas como materiales de construcción para la ciudad. Fósiles marinos como los bivalvos, pecten jacobaeus y cardium aparecen fosilizados en los muros. Animales bentónicos que viven en las profundidades marinas, enterrados o semi enterrados y poseen una concha o caparazón.

Estos cuatro patios cordobeses son un oasis en tierras andaluzas, dando frescor y una hermosa imagen en la que se fusionan agua, luz y vegetación. Un claro reflejo de su pasado árabe.

Uno de los recovecos más singulares de la casa es su sótano. Estos habitáculos estaban situados por debajo del nivel de la calle y se accedían bajando unos escalones. Eran utilizados como caballerizas y despensas de la casa.

El caballo era un animal muy importante, era la herramienta del noble, un símbolo de distinción social. La diferencia entre el noble y el pueblo llano, era que el primero iba montado a caballo, “a la gineta”. Este modo de montar a caballo, mucho más sofisticado y refinado, se realiza recogiendo las piernas en los estribos, los cuales van cortos sin pasar de la barriga del caballo.

Unas reformas que se hicieron en la casa en el año 2007 y que duraron siete años, llevaron a descubrir un “impluvium” o alberca romana, lugar al que iba a parar el agua pluvial de una vivienda romana. Se cree que esta alberca fue reutilizada en la Edad Media como posible “Miqvé”, baño purificador judío. Está relacionado con la existencia de una sinagoga oculta en el interior de la casa.

El miqvé es un espacio subterráneo existente en las sinagogas, dotado de una bañera o pilón en el que se realizaba el baño ritual judío.

Como curiosidad, el sótano sólo recibe iluminación natural en los equinoccios de cambio de estación. El 21 de marzo de 2017, el gerente, Don Manuel Ramos, graba como los rayos de sol rompían la usual penumbra del sótano a través de una saetera, una pequeña ventana medieval de apenas diez centímetros con muros gruesos, coincidiendo con el equinoccio de primavera.

En una entrevista del ABC Córdoba, Don Manuel Ramos, nos detalla que ya ocurrió lo mismo durante el equinoccio de invierno. El resto de los días del año no entra nada de luz, esto parece algo premeditado. Don Manuel Ramos, nos recuerda que algo similar ocurre en la sinagoga del Agua, en Úbeda, como símbolo de un renacer o renacimiento.

Quizás esa luz indique el tesoro que escondió Gonzalo Gustioz, padre de los Infantes de Lara o del judeoconverso Juan de Córdoba, ambos moradores en diferentes épocas, de la casa.

En la casa de las cabezas encontramos dos espacios exclusivamente femeninos de origen islámico, llamado estrado de las damas. Lugar reservado a las mujeres de la casa y miembros femeninos como vecinas y amigas, donde practicaban la lectura, leían en voz alta, bordaban o tocaban algún instrumento musical.

Durante el siglo XV se añade un elemento únicamente femenino que se dio en llamar estrado, por presentarse habitualmente con una pequeña elevación mediante una tarima o alfombra, almohadas y cojín, respecto al resto de pavimento de la sala.

Las dos habitaciones se encuentran: Una en la parte de abajo, a la izquierda en la supuesta zona de la posible sinagoga. Y la otra, subiendo las escaleras hacia la primera planta a la izquierda.

Anexo a la casa de las cabezas se encuentra un angosto y misterioso callejón que es atravesado por siete arquillos. Se creó como cortafuegos entre las dos casas señoriales. Si alguna se incendiaba, el fuego no pasaba a la otra. Sistema de prevención típico de la Edad Media.

Sobre ese solar, estuvieron varias civilizaciones viviendo. Al encontrarse en las restauraciones de 2007 un impluvium, podemos deducir que en origen allí pudo estar ubicada una domus romana.

 Un personaje ilustre que vivió en ese lar, fue Don Gonzalo Gustioz, Señor de Salas y padre de los siete Infantes de Lara, el cual estuvo prisionero en una celda, en lo que fue alcázar de Almanzor o tal vez de su hermana Fátima.

 El cordobés Ambrosio de Morales, cronista oficial del Rey Felipe II, escribe en 1550 en su Historia XVI, capítulo 46, acerca del edificio y de la calleja. Recogiendo en su obra, el cantar de gesta castellano de los siete Infantes de Lara. Una historia que gira en torno a una disputa familiar entre la familia de Lara y de los Ruy Velázquez, donde la venganza es el principal motor de la acción.

La leyenda dice así:

Gonzalo Gustioz, Señor de Salas, estaba casado con Doña Sancha, con quién tuvo siete hijos, los Infantes de Lara. En la celebración de la boda entre Ruy Velázquez (hermano de doña Sancha) y Doña Lambra, se enfrentaron los familiares de la novia con los Infantes de Lara. Donde falleció un primo de Doña Lambra a manos de Gonzalillo, el menor de los siete. Gracias a la intervención del Conde de Castilla y Gonzalo Gústioz, no se fue más.

Al poco tiempo, Gonzalillo fue visto por Doña Lambra mientras se bañaba, interpretando ella como una ofensa. Manda a un criado con un pepino relleno de sangre para que se lo arroje a Gonzalillo delante de sus hermanos, los cuales rieron a mansalva. Gonzalillo malhumorado, decide vengarse y apuñala de muerte al criado, el cual fue a refugiarse a las faldas de su señora.

Estos sucesos provocaron la sed de venganza de Doña Lambra. Su marido, urdió un plan por el que Gonzalo Gústioz fue enviado a Córdoba para entregarle una carta escrita en árabe a Almanzor, en la que se rogaba a este que el portador de la carta fuera asesinado. Almanzor se apiadó de él y se limitó a retenerlo. Mientras los siete Infantes de Lara fueron enviados a una emboscada, lucharon con bravía, pero fueron derrotados y cortadas sus cabezas, fueron mostradas a su padre en una bandeja de plata y después colgadas en los siete arquillos de la calleja, uno por cabeza. Con el tiempo, Gonzalo Gústioz fue liberado por Almanzor y tuvo una relación con Fátima, fruto de ella nació su hijo, llamado Mudarra. Cuando Mudarra tuvo su oportunidad con el tiempo, vengo a sus hermanos, dando muerte a Ruy Velázquez.

El nombre de calle Cabezas podría estar relacionado con los acontecimientos dramáticos acaecidos durante el último cuarto del siglo X, con los Infantes de Lara. Con el tiempo, el nombre Cabezas o de las Cabezas terminó convirtiéndose, primero en apodo, y después en un apellido con cierta extensión en Córdoba.

Otro ilustre morador de la Casa de las cabezas fue el rico mercader judeoconverso Juan de Córdoba, “de las Cabezas”, a quien el temible inquisidor Diego Rodríguez de Lucero, el “Tenebro”, acusa a principios de 1500 de tener una sinagoga en su casa, lugar al que va a practicar su sobrino, el bachiller Menbrique, y donde se reunían a escuchar sus sermones multitud de personas.

Lucero identificó como una “Nueva Judería” el entorno de la calle de las Cabezas, el Portillo de los Mercaderes y la calle Caldereros. Con su afán por desenmascarar y descubrir falsos conversos, se centra en la casa De las Cabezas, en el linaje de los Alonso Córdoba Membrique.

Acusa a Don Juan de Córdoba de tener una sinagoga encubierta en su casa y de encabezar un grupo de falsos conversos de la zona. Don Juan de Córdoba es apresado, juzgado y ajusticiado en el quemadero del Marrubial, junto a numerosos supuestos falso conversos.

Desde el año 2014 la casa de Las Cabezas se abrió al público como casa museo para mostrar las entrañas de una majestuosa y enigmática casa-patio solariega medieval.

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Texto: Antonio José Ojeda Gallardo

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