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Templo Romano de Córdoba

La silueta del Templo Romano de Córdoba se ha convertido en uno de los iconos de la ciudad. Situado en el extremo Este de la urbe romana de Corduba, junto a la desaparecida Puerta del Hierro o Puerta de Roma, entrada de la Vía Augusta.

Formó parte de un conjunto monumental dedicado al Culto Imperial romano, culto pagano desarrollado en el siglo I d.C. que dotaba a las capitales de provincia -caput provinciae- de grandiosos escenarios para la representación del poder imperial. Se considera incluso como el tercer foro romano de Corduba, junto al fundacional Colonial y el llamado Foro Adiectum. Estos se sitúan en el sector central de la ciudad, como era habitual, hoy día entorno a la Plaza de San Miguel y la calle Cruz Conde.

Preside de nuevo su entorno desde su descubrimiento y reconstrucción parcial, realizada a mediados del S. XX por el arquitecto restaurador Félix Hernández y el profesor Antonio García Bellido. A punto de culminarse su definitiva puesta en valor y apertura, forma parte del Plan de Grandes Ciudades. De hecho es uno de los elementos más reconocibles de la etapa histórica romana en la ciudad. Es más, se encuentra dentro de un eje monumental destacado, que une la Plaza de las Tendillas con la singular Plaza de la Corredera, Plaza del Potro y Ribera del Guadalquivir.

El templo romano de Córdoba comenzó a construirse en época del emperador Claudio (41-54 d. C.) aunque no se culminaría hasta el reinado de Domiciano (81-96 d. C.).Templo pseudoperíptero, hexástilo y de orden corintio, que se descubre bajo las antiguas Casas Consistoriales. En la zona ya habían aparecido numerosos elementos arquitectónicos. Hablamos de tambores de columnas y capiteles, siempre de mármol, por lo que la zona era conocida como Los Marmolejos.

Formaba parte originalmente de un grandioso conjunto destinado al Culto Imperial, de la época de Domiciano, único centro similar documentado en toda la Bética. Los primeros emperadores desarrollaron estos cultos para ensalzar su supuesto origen divino. De esta forma los  implantan en las provincias del Imperio, a través de un importante despliegue constructivo que alojaba todo un programa iconográfico sobre la familia imperial. Estos centros incluyen normalmente edificios de espectáculos colosales, juegos que se otorgaban con las celebraciones cultuales.

Posteriores excavaciones arqueológicas, realizadas por la Gerencia de Urbanismo en los años 90 del S.XX en el entorno del Palacio de Orive y su Huerto, documentaron la historia. De esta forma se descubre la construcción, a mediados del S. I d.C., de un enorme circo romano. Se trataba de un hipódromo donde se llevaron a cabo los ludi circenses, consistentes en carreras de caballos y cuádrigas. Edificio muy alargado, donde la pista de tierra queda dividida por la spina, a menudo decorada con estatuas y obeliscos . El conjunto queda rodeado por el graderío, y todo ello orientado Este-Oeste en paralelo a la calle San Pablo -antigua Vía Augusta-.

Ambas construcciones se dispusieron a distinta altura, aprovechando el declive natural del terreno en este enclave, situado fuera de la muralla. Para ello se construye una gran terraza sobre la que se elevó el templo. Se sostiene el impresionante volumen de tierra mediante un sistema de contrafuertes en cremallera conocidos como antérides.  Se trata de una solución ingenieril poco común en todo el Imperio, que fue recogida por el arquitecto y tratadista romano Vitrubio en sus libros de arquitectura. La diferencia de altura entre templo y circo propició la construcción de una gran plaza intermedia. Ésta habría servido de conexión urbanística entre ambas construcciones, y ha sido recuperada en parte por la última remodelación en la Plaza de Capitulares.

En definitiva, se trataba de un impresionante conjunto que destacaba y daba la bienvenida a los viajeros que hicieran su entrada a la Colonia Patricia desde la Vía Augusta -fosilizada en la citada calle San Pablo- hasta La Puerta de Roma. De esta forma mostraba su condición capitalina, monumentalizada y sede del Culto Imperial en la Bética, con la construcción de éste que algunos autores denominan Foro Imperial.

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Texto. Nacho Calero. Amedina Córdoba

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