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Puerta de San Miguel

PUERTA DE SAN MIGUEL

En el muro occidental del la Mezquita Catedral de Córdoba, entre la Puerta de San Sebastián y la Puerta del Espíritu Santo, se encuentra la Puerta de San Miguel. Llamada así por encontrarse a la derecha la antigua capilla del arcángel. Ubicamos esta puerta dentro de la primera ampliación que en ella se realizara y llevada a cabo por el emir Abd al-Rahman II.   Dos entrepaños y dos contrafuertes se corresponden con dicha ampliación. Si bien es cierto que algunos autores defienden la hipótesis de su construcción llevada a cabo por dicho emir, resultan más elocuentes los estudios y hallazgos que realizara el arquitecto y conservador Félix Hernández, quien atribuye a Abd Allah su construcción.  Podemos identificar la puerta de San Miguel como la del antiguo sabat.

Abd allah fue el séptimo emir  de Córdoba, sucesor de su hermano al-Mundir, y abuelo de Abd al-Rahman III. Hombre devoto y de piedad ejemplar, mandó construir un pasadizo cubierto, que unía el antiguo Alcázar emiral con la Mezquita aljama. Este pasadizo daba la posibilidad de atravesar la calle y entrar en el oratorio sin ser visto.  Sin mezclarse con la población, dotaba de discreción la aparición del monarca directamente a la maqsura que precedía al Mihrab de Abd al-Ramhan II.  Con este emir llegamos al siglo X, época de máximo esplendor de la ciudad de Córdoba y de la dinastía de los Omeyas hispanizados.

Lucien Golvin ha supuesto que el nivel de la calle en aquel período, debía estar por debajo de 2 metros del nivel actual. Esto permitiría circular por la calle sin que la presencia de dicho pasadizo perjudicar el transitar por ella, ya que en su centro incluso la altura pudiera llegar a 3 metros.

El muro de esta puerta, que se encuentra en el último entrepaño de esta ampliación, ha sufrido posteriores intervenciones.  De hecho, a principios del siglo XVI, se le añade el elemento más llamativo, sobre el dintel y tímpano del arco. Se inserta el escudo del obispo Juan Daza (1504-1510), así como la intervención gótica del alfiz. Esto obligó a la remodelación de los sillares del entorno, llegando incluso la restauración de los mismos, a comienzos del siglo XX, hecha por Ricardo Velázquez Bosco, en altura y a los lados de la puerta.

La puerta en si, guarda el programa estético desde el arco del emir Muhammad I con la puerta de San Sebastián.  A pesar de carecer de tejaroz, su  arco de herradura con dovelaje, aquí aparece más cerrado y pequeño con respecto a dicha puerta. Moldura de trasdós y dintel dovelado.

Esta portada está flanqueada por dos ventanitas, cuyas dimensiones hacen que sean de las más pequeñas de los vanos exteriores del edificio, cerradas por celosías, su decoración es de lacería, en realidad es una celosía partida en dos mitades iguales. Su ornamentación es análoga a la del arco de acceso al muro de la quibla, hoy correspondiente a la Capilla de San Bartolomé.

La construcción del crucero obligó a convertir esta puerta como entrada de los obispos desde el Palacio Episcopal, adoptando el apodo de “los obispos” y cerrando el acceso exterior con rejas de hierro a principios del siglo XVII.

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Texto: Mar Carmona Balboa

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